domingo, 15 de julio de 2012

EL ORGULLO - EL AMOR DE SÍ - Parte 1



EL ORGULLO - EL AMOR DE SÍ - Parte 1


Si tomamos en consideración lo que es el "amor de sí", se verá que abarca todo.

Es imposible librarse de él.

Pero puede mezclarse con otra cosa sobre la cual hablaré dentro de un instante.

No es posible obrar fuera de cierto grado de "amor de sí" —esto es, fuera del propio interés, sentimiento de sí, auto-estimación, admiración de sí, deleite de sí, elogio de sí, egotismo, etc.

Es inútil referirse a este tema a menos que una persona haya empezado a advertir que el amor de sí está obrando en ella y sienta su sabor.

Son tantas las cosas que atribuimos al desinterés, tantas las ilusiones que poseemos y que nos hacen sentir que sólo tenemos en cuenta el bien de otra persona, tan fácilmente caemos en la imagen de nuestro sacrificio por otra persona, especialmente si ella no sigue nuestros consejos, que es difícil tener siquiera una vislumbre del bosque del egoísmo y de todas sus seudo-creaciones.

Sin embargo, si se consigue hacerlo, es una experiencia sorprendente.

Es un verdadero choque, semejante a la comprensión de la mecanicidad.

Produce una sensación de socavamiento, un sentimiento de vacío que nada puede llenar en ese momento.

Cuando uno descubre la traición de un amigo, siente como si le minaran el terreno bajo sus pies.

Pero sentirse traicionado por sí mismo es peor.

El egoísmo cierra la puerta a ciertas cosas y la abre a otras.

Abarca el círculo de nuestra propia vida ordinaria, de la gente que en su conjunto no está de acuerdo con uno o lo critica, de la familia, el orgullo por la casa, los amigos, los intereses personales cotidianos, los intereses económicos, las propias posesiones, etc.

Ahora bien, se nos ha dicho que existe la posibilidad de un DESARROLLO DEL CENTRO EMOCIONAL al que se denomina "Despertar del Centro Emocional".

Ese desarrollo va más allá del egoísmo y tiene que ver con EL SENTIMIENTO DE NUESTRA NADIDAD.

Basta hacerse esta pregunta:

¿Qué diferentes clases de amor ha observado en sí mismo? ¿Son todas las mismas? Ama el alimento, la comodidad, las posesiones, ama los elogios, el dinero, el poder, ir al teatro, vestirse bien, ama el cigarrillo, los chismes, ama aprovecharse de los otros, ama las tramoyas, ama a su perro, ama tener éxito, ama el chocolate, ama —pues bien, ¿qué?—.

Todos estos amores, por más moderados que sean, son variedades del egoísmo.

Llevan todos a uno mismo como los radios de una rueda llevan al eje.

Sorprende mucho ver que es siempre a esa cosa llamada uno mismo a la que se prodigan consuelos, a la que se exalta, a la que se viste bien, a la que se tranquiliza, se elogia, se satisface, y que cuando no se lo hace, lloriquea como un niñito.

Y es siempre esta curiosa e inquieta cosa la que se ofende, pierde los estribos, es negativa, se indigna, cae. ¿De dónde cae? De su punto central de egoísmo.

Cuántas veces habrán estado a punto de aborrecer a ese "uno mismo" y todas sus cansadoras intrigas y falsedades, y sus complicadas mentiras 'y groseras ambiciones y rivalidades y exigencias con los otros, y todas sus maneras de arruinar las cosas y de convertir las buenas situaciones en polvo.

Sí, se puede muy bien aborrecer sus falsedades.

Pero ¿qué encontramos?

Vemos que es imposible librarnos de él.

Al parecer estamos ligados a él.

Reaccionamos a sus influencias incesantemente.

Son tantas sus triquiñuelas, tantos los fingimientos y decepciones, que es imposible tener trato alguno con él.

Siempre llegamos demasiado tarde.

PERO LAS NUEVAS EMOCIONES LLEGAN A TIEMPO.

Recuerden que la velocidad de las emociones es mucho mayor que la de los pensamientos.

En suma, no podemos tener trato alguno con él sin la ayuda de alguna otra cosa.

Echemos una ojeada a algunas cosas que se dicen en las Escrituras.

Mucho es lo que se dice acerca del aborrecimiento.

Empecemos con lo que se dice en un lugar acerca de aquellos que están "viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndose unos a otros" (Tit. III, 3).

Este es el estado acostumbrado del amor a sí mismo.

Es inevitable, porque en el fondo el egoísmo está contra todo lo que no lo sustenta.

Una persona puede incluir a otros dentro de la zona de su egoísmo de tal modo que ello se asemeje a un amor desinteresado por los otros.

Pero no es así.

O una persona puede engañarse a sí misma de mil maneras diferentes, porque el egoísmo es muy hábil y oculta su verdadera forma.

Lo importante es que el egoísmo sólo puede ir en contra de los otros, fundamentalmente porque no puede amar a nada fuera de sí mismo.

Sólo sigue una dirección —la dirección que lo conduce a sí mismo—.

Por más que tome atajos, siempre lo llevan al mismo lugar central.

Es el amor de sí; es el gusto de sí; es el interés de sí; es sí en todo.

Se sienta en el centro y reúne todo a su alrededor y murmura a todo.

¿No ha observado cómo lo hace?

Cuando lo haga empezará a "aborrecerse a sí mismo".

En las Escrituras se habla de "aborrecerse a uno mismo".

Esto es ir en contra del egoísmo.

A veces la gente suele decir que se aborrece a sí misma.

Tengan la seguridad de que es UN PRETEXTO —una sutil imagen— que creen real.

Pero la imaginación no es nunca real y la Falsa Personalidad, que se fundamenta en el egoísmo, está compuesta de la poderosa sustancia llamada imaginación.

En algún lugar de las Escrituras nos dicen que a no ser que un hombre se aborrezca a sí mismo no podrá comprender la enseñanza de Cristo.

También se nos dice, de una manera extraña, que un hombre ha de aborrecer a su padre y a sus hermanos.

En el nivel en que estamos se puede concebir el alma como un punto de intenso amor de sí con el cual nos identificamos intensamente.

Cuando algo impide la identificación, aborrecemos.

Es curioso observar que el odio es lo opuesto al amor de sí y que no comprendemos al amor como una emoción positiva —esto es, una emoción para la cual no hay opuesto y de este modo tampoco hay contradicción interior.

La cosa sería muy diferente si lo opuesto al amor de sí fuera el odio de sí.

Asimismo, cabe concebir que lo opuesto al amor sea el odio de sí.

Pero el amor como acabamos de decirlo, es una emoción positiva y por eso no tiene opuesto ni atrae a ningún contrario a sí, por tener todo en sí como uno.

Es una unión de opuestos, una tercera cosa que no conocemos porque oscilamos de un lado al otro del péndulo.

Cuando, por medio de una observación de sí imparcial que dura largos períodos, se toman fotografías de aspectos característicos de sí —y aparecen súbitamente, como una película que se desarrolla, formada de repente por muchas observaciones separadas que se van uniendo entre sí para formar una sola fotografía— ENTONCES LA DESAZÓN O EL DISGUSTO DE SÍ SUELEN APARECER.

Comprenderán por experiencia cómo y por qué es preciso seguir las instrucciones del Trabajo y reflexionar sobre ellas a solas.

Es preciso comprender que no somos una sola persona.

Es esencial para la acción eventual del Trabajo.

Hemos de comprenderlo cotidianamente.

De otro modo somos un obstáculo para todo.

Somos un obstáculo para nosotros mismos.

El Trabajo no puede obrar sobre usted, si tal es el caso.

No puede cambiar ni sacar nada de su cuarto, por así decirlo, porque grita: "Eh, esto es mío".

TAMPOCO PUEDE ALCANZAR CIERTAS EMOCIONES PROVENIENTES DE UN LUGAR QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA ZONA DEL AMOR DE SÍ, SI SE TOMA COMO UNA SOLA PERSONA.

De los muchos sutiles golpes que El Trabajo da al amor de sí, uno de los primeros es la idea de que no somos uno sino muchos —y, de hecho, que no hay 'Yo' Real.

Esto no es halagador para el amor de sí.

Desde luego la nueva idea de que el hombre es mecánico es un golpe tal contra el amor de sí que hay pocos que lo aceptan de buen talante.

Y decir que todos estamos dormidos y aun no conscientes es un golpe intolerable para el amor de sí.

De seguro cada uno se defenderá y dirá que es una insensatez.

Esto es, querrá, como el Faraón, seguir gobernando y coartando la libertad.

Otra cosa en usted, además del amor de sí, tiene que ver la verdad de tales ideas.

Si no hubiera otras emociones fuera de las que pertenecen al amor de sí esto no sería posible y de este modo tampoco sería posible ningún desarrollo.

DE LA APARICIÓN DE ESTAS OTRAS Y NUEVAS EMOCIONES Y SU GRADUAL FORTALECIMIENTO, DEPENDE EL DESARROLLO, Y CUANDO SE PRODUCE CAMBIA EL SER.

Maurice Nicoll




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